2.000 años de historia a través del patrimonio y los paisajes
Ubicación estratégica
2.000 años de historia a través del patrimonio y los paisajes
La Garriga es un pueblo situado en la depresión prelitoral catalana, en la comarca del Vallés Oriental, al pie de la sierra prelitoral que separa el entorno metropolitano de Barcelona de la Cataluña interior. Por lo tanto, la Garriga se encuentra en lo que se ha llamado segunda corona metropolitana de Barcelona.
Es, además, un pueblo situado en un lugar estratégico, a la entrada del paso del río Congost, una de las vías naturales entre el litoral y el interior catalán, y la principal entre Barcelona y Vic. Y es, también, un pueblo bien comunicado por carretera y por tren.
Todas estas circunstancias han supuesto un enorme desarrollo urbanístico, que ha multiplicado por diez, de 1.500 a 15.000, la población entre los años 1900 y 2000. Sin embargo, aparte del legado construido dentro del casco urbano y de los rastros de antiguo que la arqueología paulatinamente va descifrando; la Garriga aún hoy está rodeada de un entorno rural y natural interesante, con un paisaje agroforestal en las zonas más planas que recuerda aquel Vallès idílico de Pere Quart y, al mismo tiempo, una amplia zona montañosa ocupada sobre todo por bosques.
El origen
Pero si su buena ubicación ha provocado un gran desarrollo urbano en los últimos 150 años, también fue la causante de una intensa ocupación de la zona desde muy antiguo. Se han encontrado restos de ocupación prehistórica, aunque poco estudiadas, aunque no es hasta la época íbera que la intensidad del poblamiento en la zona se documenta más claramente. En ese momento, el territorio que hoy ocupa la Garriga se controlaba desde los poblados del Puig del Castell, a Samalús, y de Puiggraciós, a Montmany.
La ocupación romana hizo bajar toda esta población en la llanura, que se explotó intensamente. Son numerosísimos los yacimientos romanos documentados en la Garriga, aunque son pocos los que están bien estudiados. Sin duda, lo más destacado es la Villa romana de Can Terrés, excavada en parte y visitable. La villa representa el poder de Roma en la Garriga: se trataba de una gran explotación, situada al lado de la vía que unía Barcino (Barcelona) y Ausa (Vic), orientada a la producción y el comercio con todo el imperio, y que a la vez permitía los lujos de la propiedad, que disponía incluso de unos baños calientes al estilo de las mejores términos.
Aunque tenemos pocos datos del periodo posterior al hundimiento del imperio romano, sabemos que el territorio actual de la Garriga continuó intensamente explotado, por comunidades más pequeñas, que se dedicaban sobre todo a la ganadería ya la agricultura (a menudo semiitinerant), y no tan conectadas con territorios lejanos.
La edad media
Es en el siglo X cuando podemos empezar a hablar, ahora ya sí, de la Garriga. El año 966 se documenta, por primera vez, la iglesia parroquial de la Doma. Y el territorio que controlaba, la parroquia, corresponde más o menos a los límites actuales del municipio. Seguramente la Iglesia no hizo otra cosa que formalizar jurídicamente los límites de la comunidad que ya vivía en la zona anteriormente. Es la llegada del feudalismo en la Garriga.
De todos modos, durante los siguientes siglos el poblamiento siguió siendo disperso, con pequeñas explotaciones de lujo que salpicaban el territorio. Como máximo, se generaron pequeños vecindarios alrededor de algunas de las capillas, el más importante de los cuales, el vecindario de Santa María del Camino (Santa Maria del Camí).
No es hasta el siglo XIV que se empezó a formar un vecindario de casas en el entorno de lo que hoy es la plaza de Santa Isabel. Las casas se fueron situando los límites del camino real, muy cerca de la dios de agua termal, de unos tempranos baños termales y de la capilla de San Juan y San Macario, hoy desaparecida. Alrededor de este conjunto y siguiendo siempre el trazado del camino real hacia el norte, se fue conformando lo que la documentación del siglo XV llama "pueblo de los baños".
El núcleo que se ha convertido en la Garriga actual fue creciendo en dirección norte, de forma más o menos tortuosa, alrededor del camino real, formando lo que la documentación llama "calle de la Garriga". Una calle siempre limitado, al oeste, para el riego pulmonar, una acequia medieval que cruza todo el municipio, de norte a sur, y que permitía regar la que, en el siglo XIX, era la zona de huerta más importante del Vallès. Allí donde se podía regar, no se construía.
A nivel urbano, en el siglo XVI, en caso de necesidad, la Garriga podía funcionar como una villa cerrada, en la que las casas hacían de muralla y se cerraban los dos extremos de calle con dos grandes puertas. Este crecimiento hacia el norte culminó, entre los siglos XVII y XVIII, con la construcción de la nueva iglesia parroquial.
Aunque desde el siglo XVII se empieza a documentar la apertura de alguna otra vía, como las calles de Samalús y de Cardedeu, en 1808 el Barón de Maldà todavía describía la Garriga básicamente como una calle alargada con las casas dispuestas a ambos lados del camino real -que el mismo varón describe como un camino hecho de "Roch y piedras", en muy mal estado-.
Este camino real continúa actualmente estructurando el centro de la Garriga, a pesar de que, a partir de finales del siglo XIX, los sucesivos ensanches y urbanizaciones han hecho extender mucho la mancha urbana del pueblo.
Esta actual mancha urbana se debe a los cambios que se empezaron a producir a mitad del siglo XIX. En ese momento, el antiguo camino real se convirtió en carretera. Y en 1875 llegó el tren al pueblo. Esta importante mejora de los medios y las vías de comunicación, junto con el hecho de que, desde 1840, funcionaba el Balneario Blancafort, fueron los factores decisivos que impulsaron los cambios urbanísticos y socioeconómicos más trascendentales de la historia de la Garriga.
El veraneo y la transformación urbanística de la Garriga
El municipio se convirtió, a partir de la llegada del ferrocarril, en polo de atracción de la burguesía barcelonesa, que encontraba un ambiente tranquilo y agradable para pasar el verano. En 1876 el Balneario Blancafort ya llegaba a las 100 habitaciones, y a finales de siglo funcionaban hasta seis establecimientos balnearios en todo el pueblo. Con la llegada del tren, también se empezaron a construir las grandes torres burguesas. Desde el principio, a ambos lados de la vía del tren, en la Ronda del Carril, y luego en todo el ensanche de veraneo, que tenía el eje central en el Paseo. Estas grandes torres de veraneo fueron conformando un nuevo paisaje urbano.
Los proyectos de ensanche del núcleo urbano de finales del siglo XIX proponían unas dimensiones urbanas inimaginables sólo unos años antes. El Paseo, iniciado en 1878, responde a la voluntad de las grandes propiedades del sector sur de la Garriga (Can Nualart y Can Terrers) de no dejar perder la oportunidad de hacer decantar hacia tierras de su propiedad el gran crecimiento urbanístico del pueblo. El Paseo, pues, rodeado de torres eclécticas, modernistas y novecentistas, se convirtió en lugar de recreo, de encuentro y de relaciones sociales para la colonia veraneante.
La Ronda del Carril y el Paseo son los dos grandes ejes del urbanismo de veraneo; los dos grandes ejemplos de la transformación de los espacios rurales históricos en nuevos espacios urbanizados, de carácter burgués, que responden a lógicas sociales y económicas muy diferentes.
De la guerra civil hasta la actualidad
La primera etapa del veraneo tuvo un punto y aparte con la Guerra Civil, que culminó con el mortal bombardeo fascista del pueblo, el 29 de enero de 1939. La Garriga jugó un papel muy importante durante el conflicto, con la confluencia de un gran número de personas refugiadas y desplazadas, la presencia de un aeródromo militar y de una industria de guerra y convirtiéndose en el punto de reagrupamiento de las Brigadas Internacionales, en el tramo final. A nivel urbano, sin embargo, sólo supuso una parada temporal. Después de la guerra, han seguido vigentes las mismas lógicas que ya había impuesto el veraneo y que estaban convirtiendo un pequeño pueblo rural en una localidad industrial y de servicios. El pueblo ha ido perdiendo inexorablemente sus mejores tierras de cultivo, en beneficio de nuevas zonas urbanas e industriales.
El lento crecimiento de la Garriga rural, hasta el siglo XIX, ha dado paso a un desarrollo urbanístico exponencial, durante el siglo XX y lo que llevamos de siglo XXI. El legado que han dejado los últimos 2.000 años de historia, sin embargo, es, en la Garriga, de un valor y una diversidad magníficas. Es a través de este legado que podemos explicar la (s) historia (s) de la Garriga y conocer en profundidad el territorio y los paisajes que nos rodean.